Antes de hablar pasa la información por los tres filtros
Cuentan que, en una ocasión, un discÃpulo llegó muy agitado a casa de Sócrates y le dijo:
– ¡Maestro! Quiero contarte que un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…
Socrates le interrumpió con tranquilidad:
– ¡Espera! ¿Lo que vas a contarme ha pasado por los Tres Flitros?
– ¿Los tres filtros…? – preguntó el discÃpulo confuso
– Si – replicó Sócrates – El primer filtro es la VERDAD, ¿Ya examinaste cuidadosamente si eso que me vas a contar es verdadero en todos sus puntos?
– No – reconoció su discÃpulo – Se lo oà decir a unos vecinos…
– Bueno, al menos lo habrás hecho pasar por el segundo filtro, la BONDAD ¿Lo que quieres decirme es por lo menos bueno?
– No, en realidad no…al contrario…
– ¡Ah! – le interrumpió Sócrates – Entonces vamos al último filtro, la NECESIDAD, ¿Es necesario que me cuentes eso?
– Para ser sincero, no…necesario no es.
– Entonces – sonrió el sabio – Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario…¿Para que quiero saberlo? Mejor, sepultémoslo en el olvido.
Oir, ver y callar
Los investigadores han intentado recientemente lavarle la cara a una de las costumbres más extendidas y peor consideradas de todos los tiempos: extender rumores.
Os dejo un vÃdeo de redes sobre la otra cara del cotilleo: su historia evolutiva y sus aspectos positivos.
Sin embargo, en mi opinión, a pesar de que pueda tener un lado positivo, en general el cotilleo es injusto porque lo cierto es que estamos juzgando a los demás sin estar en sus zapatos (me encanta esa expresión) y podemos destruir reputaciones y convertir en victimas a quien no lo merece.
Además, cotillear como un hábito no dice nada bueno de nosotros. La investigación demuestra que las personas que más critican (y con peor intención) son aquellas más superficiales, con baja autoestima y una pobre satisfacción en su vida personal.
Asà que evitemos extender rumores malintencionados y de juzgar a los demás, probablemente seremos más felices.