la leyenda del dragón

Los cuentos y leyendas han servido siempre para transmitir conocimientos y sabiduría de forma oral. A través de metáforas y simbolismo nos ayudan a reflexionar sobre nuestra vida. Hoy quiero compartir con vosotros un cuento que me gusta mucho.

La leyenda del dragón

En una tierra muy muy lejana vivía un hombre feliz. Cultivaba sus tierras, tenía una bonita casa, una familia y amigos con los que compartía buenos momentos. Disfrutaba viendo crecer a sus hijos y tallando madera en sus ratos libres.

La casa de nuestro protagonista estaba en la falda de una gran montaña. Un día, al levantarse por la mañana, descubrió horrorizado que en lo alto de la montaña había instalado su nueva residencia un viejo y enorme dragón.

El hombre estaba muy angustiado, sufría pensando en el peligro que todos corrían  y pensó en irse con toda su familia. Sin embargo, sus amigos se quedarían solos y en grave peligro. No podía dejarles desprotegidos. Decidió entonces subir a la montaña y encerrar al terrible dragón en su cueva mientras dormía, porque todo el mundo sabe que los dragones tienen un sueño muy largo y profundo. Y así lo hizo, construyó un gran muro en la entrada de la cueva del dragón.

Pero su tranquilidad duró poco, porque cuando el dragón despertó rompió el muro y salió rugiendo enfadado. Nuestro amigo se armó entonces de valor y con una gran espada volvió a subir para obligar al dragón a quedarse encerrado en su cueva. Consiguió que entrase pero, cada vez que el hombre volvía a su casa, el dragón volvía a salir.

dragon

Empezó entonces a pasar cada vez más tiempo en la montaña y menos tiempo con su mujer, sus hijos, sus amigos y, en general, viviendo la vida que tanto apreciaba y tanto se esforzaba por proteger…. Todos intentaban convencerle de que no había motivos para preocuparse, al fin y al cabo el dragón llevaba años viviendo allí y nunca había hecho daño a nadie. Pero el hombre se enfadaba mucho al oír eso. Sentía que no comprendían ni valoraban sus esfuerzos por mantenerles a salvo y se le agrió el carácter. Empezó a llevarse mal con los vecinos y perdió su cosecha porque solo le preocupaba subir a la montaña para vigilar al dragón.

Así que acabó pasando allí la mayor parte del tiempo, solo y tenso. Por mucho que sus amigos le animaban a aceptar el hecho de que en la montaña vivía un dragón y que debía volver a disfrutar de su antigua vida, no era capaz. Se angustiaba al pensar que el dragón pudiera dañar a sus seres queridos y necesitaba subir para controlar la situación.

Por suerte, un día que estaba vigilando al dragón en la montaña, se dio cuenta de algo: él era quien estaba dañando a sus seres queridos con su actitud, no el dragón.  Y entonces decidió no volver a molestar a la bestia, aunque le causara miedo no saber dónde estaba o que hacía. Y se prometió también no volver a alejarse de lo único que en realidad importaba: su familia y sus amigos. Paso algunos días malos y aún sufría cuando oía rugir al dragón pero volvió a ser feliz cultivando sus tierras, en su bonita casa, compartiendo buenos momentos con su familia y amigos y viendo crecer a sus hijos.

Y tú…¿tienes algún dragón en tu vida?