El experimento Milgram sobre la obediencia a la autoridad es uno de los más conocidos e impactantes del campo de la psicología social. Muchos de los condenados por crímenes de guerra durante el régimen nazi argumentaron en su defensa que “se limitaban a cumplir órdenes” y que, por tanto, no eran responsables del daño que habían causado.
Milgram se preguntó entonces que podía haber de cierto en todo aquello, ¿eran aquellas personas especialmente sádicas y desalmadas o era posible que cualquiera reaccionase igual en aquellas condiciones?
Experimento Milgram
Milgram diseño un experimento en el que participaban tres personas: un “investigador”, un “maestro” y un “alumno”. Los “maestros” eran voluntarios, los “alumnos” sin embargo estaban “compinchados” con los investigadores.
Al comenzar el experimento explicaban al “maestro” que cada vez que su alumno fallase una respuesta, debía apretar un botón que aplicaría una descarga eléctrica. A medida que avanzaba el experimento, el “investigador” iba pidiendo al “maestro” que aumentase la potencia de las descargas y el “alumno” gritaba y se retorcía, pindiendo que suspendieran el experimento. A partir de 300 voltios el “alumno” permanecía inmólvil y en silencio fingiendo un desmayo.
Aquí llega la inevitable pregunta, ¿Cuantas personas crees que cederán ante la presión y continuarán administrando descargas eléctricas hasta el final a pesar de los gritos de dolor y las suplicas de la otra persona?
La misma pregunta se hicieron Milgram y sus investigadores y estimaron que tan solo un 1-3% de los sujetos llegaría hasta el final (450 voltios). Los resultados sorprendieron a todos: más de la mitad de las personas pulsaba el último botón. Muchos de los sujetos se agitaron, angustiaron y enfadaron con el experimentador, sin embargo, continuaron cumpliendo las órdenes hasta el final. En las ocasiones en que el experimento Milgram se ha replicado, los resultados suelen ser similares sin importar el sexo, el año o el país.